Por siempre López Obrador

¿Por qué? Porque se supone que el señor perdió las elecciones de hace año y medio, y cuando un candidato pierde, si no desaparece, al menos deja de ser de interés para la prensa escrita, la radio y la televisión.
Don Andrés Manuel no, él sigue siendo tema de debate, quien marca la agenda y quien da la nota tal y como hemos estado observando en los últimos días.
Como usted, yo también he visto, escuchado y leído cómo muchos comunicadores, algunos de los más famosos del país, se refieren a El Peje con desprecio, odio, ironía, rabia y rencor.
Y sí, mucho desprecio, mucho odio, ironía, rabia y rencor pero a final de cuentas los únicos que están quedando mal son ellos porque el señor López Obrador podrá parecer lo que esos periodistas quieran, gusten y manden, pero sigue siendo el gran líder emocional de nuestra nación.
Además, es muy inteligente porque se mueve como las mejores leyendas del espectáculo de los últimos 100 años.
Don Andrés Manuel no acepta que lo entrevisten cuando los medios lo quieran entrevistar, él decide quién le va a preguntar, sobre qué temas, cuándo y dónde.
Y los periodistas se ofenden, y se enojan, y declaran que no hay cerco informativo, le ofrecen sus espacios, y casi, casi, se ponen a sus órdenes.
¿No es increíble? Yo quisiera saber cuántos personajes de la política, la cultura, el deporte y el espectáculo mexicano se pueden dar los lujos que se da el señor López Obrador.
Y no sólo eso, ¿cuántos lo pueden hacer saliendo bien librados, cayéndole bien a determinados sectores de la población y siguiendo arriba en las listas de fuentes a consultar.
Porque Andrés Manuel López Obrador es como Carmen Salinas, puede hablar de lo que quiera y siempre es noticia. Siempre.
¿Qué pasa aquí? ¿Por qué el señor López Obrador tiene tanta presencia? ¿Por qué tiene tanto poder? ¿Por qué vende? Porque no es de verdad, es una fantasía.
Desde que perdió las elecciones, Andrés Manuel López Obrador dejó de ser un hombre de carne y hueso para convertirse en una representación simbólica de las inmensas frustraciones que tenemos los mexicanos.
Por un lado, hay gente que toma a don Andrés Manuel desde la perspectiva de la derrota, de la injusticia y del sufrimiento, y siente que se identifica con él, que es como él.
Y le da seguimiento a cada una de sus declaraciones porque son las cosas que diría, sensatas o insensatas, pero producto de toda esa rabia, discriminación y derrota.
Por otra parte hay personas que toman al señor López Obrador desde la perspectiva de la superioridad, del rechazo y de la intolerancia, y sienten que son diferentes a él, mejores que él.
Y le dan seguimiento a cada una de sus declaraciones para rebatirlas, porque son las cosas que jamás dirían, sensatas o insensatas, pero producto también de la rabia, de otra rabia, y de la discriminación, de otra forma de la discriminación, y de la de derrota, de otro estilo de la derrota.
La clave del éxito de Andrés Manuel López Obrador como fenómeno social es que siempre nos confronta con nuestras heridas más profundas, enoja y nos enoja porque sabemos que esas heridas jamás van a cerrar.
Lo peor que le podría pasar a este primer gran personaje de la mexicanidad del nuevo milenio es triunfar. Sería como si Pedro Infante no hubiera muerto, como si María Félix no hubiera sido una diva. Sería el final del mito.
¿Hasta cuándo va a durar el protagonismo de Andrés Manuel López Obrador en nuestra sociedad? Hasta que cometa un error como el Subcomandante Marcos, hasta las elecciones de 2012 o hasta que no surja otro personaje con el mismo peso en nuestra cultura popular.
¿Pero quién? Felipe Calderón no existe en términos legendarios, nadie se ha preocupado por inventarlo, se percibe gris, chiquito y sus colaboradores, en lugar de casarse con el imaginario colectivo, aparecen en las portadas de las revistas de sociales lo cual los convierte instantáneamente en enemigos del pueblo.
Quién sabe qué vaya a pasar en este país en los próximos años, pero quien ya compró boleto para la posteridad es Andrés Manuel López Obrador, como Colosio, como Clouthier. ¿A poco no?
Álvaro Cueva
Etiquetas: Popularidad
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